El francés en la ONU es objeto de un debate recurrente: ¿prestigio histórico o símbolo inútil frente a la hegemonía del inglés? Este papel de la lengua francesa en las Naciones Unidas merece ser analizado desde una perspectiva diplomática, cultural y práctica.
Idioma oficial desde la creación de la ONU, el francés es uno de los seis idiomas de trabajo reconocidos (junto con el inglés, el español, el ruso, el chino y el árabe). Este reconocimiento no es solo simbólico: garantiza el acceso a los documentos, la interpretación en las reuniones y la visibilidad jurídica en la redacción de resoluciones. Para los países francófonos y para la Francofonía, la presencia de los franceses en la ONU representa una palanca de influencia y un vector de cooperación cultural y política.
En términos de prestigio, el francés conserva una imagen como el idioma de la diplomacia y el derecho internacional. Varios Estados africanos, europeos y latinoamericanos siguen utilizando el francés como lengua oficial o de trabajo, lo que refuerza la relevancia de una fuerte presencia de esta lengua en los foros multilaterales. Mantener el francés en la ONU también significa preservar la diversidad lingüística que refleja un compromiso con el multilingüismo y la equidad cultural.
Sin embargo, los críticos señalan el costo y la efectividad. La interpretación simultánea, la traducción de miles de documentos y el mantenimiento de equipos lingüísticos especializados representan presupuestos significativos. En un contexto en el que el inglés domina en gran medida la comunicación diplomática y en el que las herramientas de traducción automática avanzan, algunos consideran que el francés es un lujo caro y, a veces, redundante.
La realidad tiene matices. Si bien la traducción automática y la inteligencia artificial facilitan el acceso a la información, no reemplazan por completo la delicadeza y la seguridad jurídica de una traducción humana, especialmente para textos sensibles. Además, la lengua desempeña un papel identitario: la supresión del francés de ciertos usos oficiales podría debilitar la visibilidad política de los países francófonos.
¿Qué estrategia para el futuro? Invertir en la formación de intérpretes y traductores, modernizar las herramientas digitales en francés y promover la presencia cultural francófona son formas de conciliar la eficiencia y la diversidad. Las Naciones Unidas se beneficiarían de preservar un multilingüismo eficaz, no sólo por prestigio, sino también para garantizar una representación equitativa.
El francés en la ONU es, por lo tanto, un patrimonio prestigioso y un símbolo que requiere una justificación práctica. Más que elegir entre el prestigio y la inutilidad, se trata de adaptarse e innovar para que la lengua francesa siga siendo un activo real en el corazón de la diplomacia multilateral.



